Capítulo l: Vida de un saltimbanqui

“A don Willy le da por reírse de la vida. A los 94 años contrajo matrimonio sin decir “agua va”. El es un comediante por definición. Debe tener tantos diplomas y galvanos que se podría construir con ellos la casa que no tiene. Si cada uno de ellos fuera un billete don Willy no viviría de allegado. Los aplausos son su alimento. Su corazón es una inmensa sala de teatro llena de gente donde cada noche los pampinos bromean con la vida” [1].
[1] Bernardo Guerrero, Del Chumbeque a la Zofri: Don Willy for ever young, Capítulo 5, Iquique 1999.